En Juárez hay una empresa que no necesita decir que es grande para serlo

Campoamor Hnos. S.A lleva el apellido de una de las empresas más importantes de Benito Juárez, al sur de la provincia de Buenos Aires. Pero no se trata solo de una firma de acopio, ni de una historia empresarial. Se trata de una familia que decidió echar raíces profundas en el mismo suelo que acopia.

Una empresa que cumple 75 años y sigue siendo uno de los mayores empleadores privados del pueblo, sin más oficina central que su propia planta y sin más estrategia que el trabajo constante.

La historia empezó en 1950, cuando su padre Abel y su tío compraron un almacén de ramos generales. Ya bajo el mando de Don Abel, en 1960 construyeron la primera planta de silos de la zona. “Fue una revolución”, recuerda Guillermo Campoamor. Hasta ese momento todo el grano se movía en bolsas de arpillera, que valían tanto que se devolvían vacías al campo para reutilizarse.

Con visión y coraje, pidieron un crédito al Banco Nación, compraron silos a la firma Prima y comenzaron a transformar la forma de almacenar granos en la región. De ahí en más, la empresa fue creciendo paso a paso: sumaron remates ganaderos, incorporaron los primeros camiones, ampliaron la planta, diversificaron productos.

Pero más allá de las toneladas que mueven – de 300.000 por año— lo que define a Campoamor Hnos. es otra cosa. “Acá hay empleados que empezaron conmigo, y hoy tienen a sus hijos y nietos trabajando en la empresa”, agrega con humildad lo que ha aprendido de ellos. No es solo una frase: en la celebración por los 75 años de la firma, esa continuidad generacional se sintió en el aire.

”Acá hay empleados que empezaron conmigo, y hoy tienen a sus hijos y nietos trabajando en la empresa”, relata Guillermo.

Guillermo hoy lidera un equipo de más de 70 personas con sueldo, sin contar los más de 50 colaboradores y transportistas que trabajan de manera permanente.

Claro que no todo fue fácil. En los años 80, Estación López sufrió una gran inundación donde el almacén quedó bajo agua y en los ’90, allí mismo, un tornado arrasó con parte de la planta. 

Pero Campoamor Hnos. no bajó los brazos. Apoyándose en un equipo que nunca le falló, y junto a su hermana María Irene comandaron la administración preparándose para afrontar el presente y el futuro. 

Y hablando de futuro, a Guillermo se le iluminan los ojos con solo hacer mención a su esposa e hija y a su nieta quienes han crecido acompañando cada paso de esta historia.

También viajó: conoció plantas en Suecia, Estados Unidos, Australia. Y trajo ideas. Algunas se hicieron realidad; otras siguen esperando menos trabas burocráticas.

A pesar de tener propuestas para expandirse, prefiere mantener todo bajo control. «El centro es Juárez», dice. Desde allí exportan cebada a Chile, Brasil, Vietnam, India y  China. Están en proceso de poner una planta para consolidar cargas en containers para exportar menores volúmenes a mayor cantidad de clientes y planean renovar la flota de camiones.

Pero también piensan en el pueblo, colaborando con varias instituciones e impulsando el crecimiento profesional jóven, capacitando egresados de escuela técnica y agropecuaria para que proyecten su futuro laboral en una empresa local.

Al final, Guillermo Campoamor no habla como empresario. Habla como un vecino que conoce a cada persona que entra a su empresa, como alguien que sabe que el trabajo dignifica y que una empresa familiar no se mide solo por lo que factura, sino por lo que deja en la comunidad.Campoamor Hnos. es más que una empresa: es la historia de una familia que eligió echar raíces y crecer en su lugar. Como dice Guillermo y en esa frase se resume una filosofía que trasciende lo económico. Es el compromiso de seguir apostando al trabajo y  al desarrollo local y a las nuevas generaciones.