Desde la asunción del Presidente de la Nación, Javier Milei, el sector de los insumos agropecuarios experimenta una transformación profunda. La lógica financiera cede terreno ante una nueva racionalidad económica, y el mercado obliga a revisar no solo estrategias, sino fundamentos.
Por años, la previsión en las empresas del sector de insumos estuvo atada a una premisa central: stockear era una herramienta tanto de supervivencia como de rentabilidad.
En un entorno inflacionario y cambiante, el acopio de productos funcionó como escudo frente a las incertidumbres, pero también como una palanca para insertarse en el juego de las tasas, las brechas cambiarias y las oportunidades financieras del momento. 
El financiero interno de cada empresa pasó a ocupar el centro de la escena: el negocio era, en buena medida, cómo capitalizar el contexto más allá de lo productivo.
El margen de maniobra financiera se redujo y la eficiencia económica se volvió imperativa.
Esa lógica, sin embargo, comenzó a resquebrajarse con el cambio de signo político en diciembre de 2023. El nuevo rumbo macroeconómico, con foco en la estabilización fiscal, la eliminación de distorsiones y la desregulación del mercado, modificó drásticamente las reglas de juego. Donde antes reinaban la especulación y la dinámica inflacionaria, hoy prevalece una racionalidad más estricta, en la que el margen de maniobra financiera se redujo y la eficiencia económica se volvió imperativa.
No hubo transición gradual. Lo financiero se desplomó como variable central sin que lo económico terminara aún de asentarse. En ese vacío, muchas empresas quedaron expuestas. Aparecieron los problemas de liquidez, los atrasos en los pagos, los recortes de personal y, en casos más críticos, el repliegue o salida de compañías emblemáticas del sector. Podría no tratarse necesariamente de mala praxis: el negocio cambió de raíz, y quienes no tenían bases sólidas o flexibles lo sintieron de inmediato.
El golpe externo
Mientras el frente interno exigía adaptaciones, el escenario global añadió más complejidad. La pospandemia encontró a China con una capacidad industrial recargada: fábricas modernizadas, cadenas logísticas optimizadas y una urgencia por colocar productos en el mundo. A eso se sumó la caída de los fletes internacionales y las distorsiones causadas por la exclusión de Rusia del sistema Swift, que reconfiguró flujos comerciales en múltiples regiones.
El resultado fue una sobreoferta de insumos industriales —muchos de ellos clave para el agro— que presionó los precios internacionales a la baja. Se calcula que, en promedio, el costo en dólares de estos insumos cayó un 35%. En paralelo, la facturación global del sector se desplomó como nunca antes. El problema no es solo de precios: es de escala, de márgenes y de viabilidad.
Entidades como CEDASABA, que nuclean, representan y articulan al sector, jugarán un papel cada vez más relevante.
¿Y ahora qué? ¿Volverán a subir los precios? ¿Se mantendrán en estos niveles? Por ahora, el mercado muestra señales de estabilización. La baja se detuvo, pero eso no implica una recuperación inmediata. Lo que aparece en el horizonte es un desafío menos espectacular, pero más estructural: alcanzar eficiencia. No para maximizar rentabilidad en escenarios favorables, sino para asegurar sustentabilidad en tiempos complejos.
Una nueva lógica empresarial
Adaptarse ya no es una opción, sino una condición necesaria. El negocio exige una revisión profunda de gastos, procesos, vínculos y objetivos. Las empresas que puedan hacer más con menos, que reorganicen sus estructuras en función de esta nueva lógica, tendrán mayores chances de sortear la transición.
La búsqueda de eficiencia no se limita a lo interno. También impone revisar las alianzas, reconstruir redes y fortalecer los lazos con actores estratégicos del ecosistema agropecuario.
En ese contexto, entidades como CEDASABA, que nuclean, representan y articulan al sector, jugarán un papel cada vez más relevante. No solo como espacios de encuentro y debate, sino como plataformas para gestionar transformaciones colectivas.
El cambio de matriz está en marcha. Y aunque el desconcierto inicial haya sido inevitable, lo que sigue depende de la capacidad de respuesta. Sólida, asociativa y eficiente. Porque, al final del día, ya no se trata de navegar la coyuntura financiera, se trata de sostener, entre todos, un nuevo modelo económico.
 
					













